29
May
2022
Una gran epifanía
Por
Terry Holliday

Allá por 1975 conocí a la señora Corona, la mamá de Daniela. Ella vendía cosméticos en una de las tiendas del centro, en el Palacio de Hierro. Yo iba ahí a comprar mis pinturetes y una vez me dijo: ¡ay, yo tengo una hija que es artista como tú!, canta en “El Diluvio que viene”.  Después me enteré de que la hija era Teresita Presmanes Corona, o sea Daniela Romo, pero en aquel entonces todavía no era conocida. Cuando yo empecé a hacer show travesti, hacía a puras artistas internacionales y no a muchas mexicanas. Inicié en el show por el 73 y Daniela todavía no grababa sus éxitos, empezó a sacar discos en el 83.

Para 1985 ya trabajaba en “El Infinity”, ahora se llama “Blow” y está en Niza #40. Ahí me preguntaron por qué no hacía a Daniela Romo, la chica de la larga cabellera. Ella había sacado canciones de Lolita de la Colina sin mucho éxito y después su primer disco, donde venían “Celos”, “Mentiras” y otras canciones populares. En el segundo disco traía una canción de Juan Gabriel que se llamaba “Abuso”.

La gente me empezó a pedir que cantara “Abuso”. Las que ya eran conocidas eran “Celos” y “Mentiras”. En el disco nuevo, venía también “Ven a mi fiesta”, “Ya no somos amantes”, así que fue en el 83 cuando oficialmente empecé a hacer a Daniela Romo. En 1985 cuando ya no era parte de “Schakkira Travesti Show”, hacía “Abuso” en el “Infinity” y ahí llegaban las lesbianas y las jotitas con sus discos de Daniela Romo para que se los autografiara. Yo les decía: ¡ay pero yo ni soy Daniela! ni canto, yo nada más hago mi play back pero me decían “ay no, pero es que a mí me gusta más cómo lo haces tú.” En aquel entonces no había YouTube ni nada de eso, pero en las pocas oportunidades que habían tenido de ver a Daniela Romo en la televisión, les gustaba más cómo lo hacía yo. Fue cuando me vino una gran epifanía porque me dije: yo no soy una doble de Daniela Romo, ni soy ella ni quiero serlo, soy Terry Holiday interpretando a una artista. Desde ese entonces no hacía una copia, ni una imitación o réplica, sino que hacía mi versión libre. Ser “La Terry” haciendo las canciones de Daniela Romo, pegó y me fue muy bien, me dio un gran éxito porque no me limitaba a ser una copia sino a ponerle rasgos de mi personalidad y con eso hacer un número distintivo. Pronto empecé a hacer más cosas, porque me daba weba que me encasillaran como la doble de Daniela.

Desgraciadamente o afortunadamente, para el programa en vivo de Ricardo Rocha, en el que se presentó por primera vez un show travesti en la televisión mexicana, me tocó ir de Daniela Romo. En esta foto estoy con Amador Rosas y con Braulio (+), que eran unos bailarines muy buenos y divertidos.  Esa vez, hice a Daniela vestida con ese payasito y con mis piernas largas que llegaban hasta el suelo. Fue un gran trampolín porque la gente me vio imitando a una artista popular, pero en mi versión particulera.  

Si bien, Daniela sí salía para programas de televisión en mallones y con vestuario de fantasía, yo salía en vedette con ese trajecito. Arriba usaba un traje beige diseñado por el modisto Víctor Luna y cuando hacíamos la canción de “Ven a mi fiesta”, los bailarines me quitaban primero el saco y luego el pantalón, hasta quedar en ese payasito.

A lo largo de los años, la gente me identificó mucho con Daniela Romo y por eso me di a la tarea de hacer a puras impopulares. Hacía a Cecilia Toussaint con “La sirena de trapo” y con “Prendedor”, para canciones de rock hacía a Kenny de “Los Eléctricos” y a Eugenia León, en números retro a María Luisa Landín. Hice a Eva Garza, a Lupita Palomera, para rancheras a Roselda Bernáldez y a Beatriz Adriana, e interpretando canciones españolas a Isabel Pantoja, Nacha Guevara y a “La Martirio”. Quería hacer más cosas y descansar un poco a Daniela Romo para que la gente no me identificara tanto con ella. A la fecha, de repente me dicen “ay, quiero que vayas de Daniela, o que vayas de Cher o de Ana Gabriel”. A mí no me da miedo porque lo que hago es una interpretación de las canciones de ciertas artistas, pero con mi personalidad. No me gusta andar copiando movimientos o caricaturizando a la gente.

En 1987, cuando Daniela Romo andaba haciendo una gira con Manuel Mijares en Monterrey, fue el gran atentado. Una ojete me tendió una emboscada, me madrearon y me cortaron el pelo porque tenía un chingo de cabello, largo como el de Daniela, como se puede ver en un documental de los travestis de Monterrey donde salgo con un traje de lentejuela negra y con una peluca hecha para mi número hawaiano. Esa vez terminé en la Cruz Roja y cuanta cosa… pero Daniela se enteró porque teníamos amigos en común, unos ricos de Monterrey que eran Rubén Maldonado y Paco Leal. De Paco se decía que era novio de Daniela, aunque todos sabíamos que ella no tenía novio, pero como era muy guapo así lo decían. En esa ocasión, Daniela tuvo a bien enviarme un arreglo con una fotografía que decía más o menos así: “Terry, gracias por hacerme presente en tantos escenarios. Te quiero, te admiro, te respeto y te deseo lo mejor. Atte. Daniela Romo, 1987” La foto me la robaron y el arreglo se fue a la basura como todas las flores, pero ella tuvo conciencia del atentado.      

2
DICIEMBRE
2016
¡La Yadira!
Por
Emma Yesica Duvali

Nos conocimos por 1975. Cuando salíamos a los bailes callejeros, se hacía llamar Yadira Díaz de Valdelamar. Siempre supe que era una mujer trans, sólo que en esa época era muy difícil dar el gran salto hacia nuestras identidades. Yo lo había empezado a lograr, lo cual entre mí y Yadira siempre fue motivo de risas, que si nos veíamos chistosas, que si nos veíamos raras, que con qué rellenaríamos tal o cual bra. Había un solo vestido de coctel para las dos, pocas pinturas y maquillaje… que si préstame tu rubor, tu bilé.

Un recuerdo muy grabado en mi mente es cuando Yadira se subía al puente frente a mi casa y me chiflaba: ¡Qué hongo! ¡Vámonos a la Agrícola que estará “La Changa”! Años después sería “El Polimarsh”. A veces me chiflaba ya un poco soporífera por la mota: ¡Órale Emma, vámonos! ¡Hay un buen de chacales!... los cuales por supuesto compartimos muchas veces y me refiero a compartirlos literalmente.

Su amor y admiración por mi persona, me lo demostró muchas veces, por ser la primera "vestida" durante el día en el pueblo de la Magdalena Mixhuca. En una ocasión durante un baile callejero en las Granjas México, de un ambiente muy pesado de chelas, mota y cuchillos preparados para saltar sobre el primer pasado de loco, dos gañanes muy drogados se abalanzaron sobre mí. Me raptaron y me llevaron a un callejón para satisfacer su deseo sexual. Me golpearon y con los cuchillos en las costillas, sangrando de la boca y nariz, cedí. Yadira llegó como quien busca a una hermana y se enfrentó a ellos. Después de golpes y cortadas salimos huyendo, no paramos de correr hasta llegar a Avenida Viaducto y Troncoso, donde me desplomé. Lloramos a mares…

Cuando nos fuimos a Acapulco para pasear, llevamos diez pesos de esa época y acabamos en el talón para poder comer y pagar el hotelucho, allá por el zócalo. Ella se iba a la playa Condesa a talonear con los gabachos y yo me iba a la zona de tolerancia. En ocasiones comimos de lo mejor y en otras compartimos los bolillos y la lata de sardina. Recuerdo a un cliente de Yadira que tenía una casa hermosa por Caleta, muy cerca del “JazzBar”, lugar de shows donde años después yo trabajaría como desnudista. Vivimos con su amante Phillipe durante dos meses, Yadira siempre le decía: lo que me invites se lo tienes que invitar a Emma porque es mi amiga. Y así fue.

Yadira fue de esas gentes que entregaba su amistad y quería ser correspondida. Sus primeros desamores y golpes al corazón fueron propinados por sus amantes. Los vivimos y lloramos como hermanas. Recordar al Fausto y al Charly con unas buenas chelas, le sacó muchas lágrimas que yo sequé, para después reír mentándoles su jefa…

Nuestras correrías al “41”, en donde solo entrabas tocando y si te conocían, ¡fueron memorables! En ese entonces eran clandestinos los lugares de reunión gay. Trabajando ya como desnudista en “Le Petit”, lugar de shows de desnudos femeninos, invité a Yadira para un convivio de año nuevo. A partir de ahí y creyendo que lo que nos habían dado de cenar le había provocado una tifoidea, empezó con unas diarreas terribles. Iba a su casa a verla y siempre estaba dormida, bañada en sudor. Una vez me enseñó unas bolas enormes en las ingles. ”¿Qué será esto Emma?” No sé mana, ¡tal vez te van a salir dos huevos más! Reímos mucho, fue la última vez de reír juntas y con ganas. A partir de eso fue un peregrinar con doctores, mil medicinas y recetas. Su madre doña Tere me preguntaba ¿qué tiene mi hijo Emma? y siempre le respondí: no lo sé Tere. Se fue consumiendo, envejeciendo. Su cabellera que tantos éxitos le dio, se esfumó. Era delgada, después no había ropa que le quedara. Se consumió en un desconocimiento total de su enfermedad. Los médicos no supieron que tenía, su madre no supo. Años después y obteniendo literatura de la AMAC, fundada por mi amigo Francisco, supe de qué había muerto Pepe “La Yadira”. 

No volví a escuchar su grito: ¡Emma vámonos al baile! El puente de frente a mí casa no volvió a oler su mota. Ya no estaba mi amiga que dejaba de comer para dármelo, la amiga que me arrancó de las manos de gañanes violadores. Ya nadie me pidió bilé y aquel único vestido de coctel para las dos, jamás fue usado nuevamente. Esto fue hace un tiempo, cuando el vih era casi desconocido y no se hablaba del condón. Hoy no hay razón para no evitarlo, el vih es hoy una enfermedad prevenible.